21 de abril al 9 de junio de 2024

Reymond Romero. Instalación
Desde 1999 hasta la actualidad, Reymond Romero es uno de los artistas más destacados que otorgan nuevos impulsos al uso de varias disciplinas, así como de diversos materiales, con un elevado sentido de la experimentación en el oficio pictórico, el dibujo y la escultura. En su caso, el manejo del color toma vías insospechadas, así como la creación de una iconografía muy propia que transita por entre los resquicios del inconsciente colectivo del siglo XXI. Desde sus inicios se reveló como un investigador que experimentaba con materiales inusuales a los que confería una enorme fuerza pictórica. Bajo ese juego se teje una compleja estrategia de resonancias y vinculaciones afectivas, pictóricas, conceptuales, mitológicas, estéticas, poéticas; se activan diferentes niveles de sentido en la percepción del espectador y lo mueven en muchas direcciones y dimensiones. Reymond es un colorista muy potente. Para él, el color es afecto y emoción; es materia, pero también es estructura que permite la construcción del discurso.
Más recientemente su trabajo fue alcanzando una madurez expansiva en el dominio de las escalas y las ambiciones iconográficas. Las obras adquieren excepcionales manifestaciones en el espacio público: enormes murales de flores de color, gigantescas chicas súper poderosas que se imponen como diosas-niñas en medio de la calle. El color logra la cualidad de rayos luminosos que irradian el espacio, potencia su fuerza expresiva y actúa como detonante de asociaciones con vivencias íntimas y personales y con significaciones diversas según su ubicación en el plano urbano. También se incorpora el uso de nuevos materiales industriales que se unen a los hilos de las primeras etapas. En la primera exposición de Reymond, el escritor y curador Luis Pérez Oramas lo refirió como el mejor colorista de su generación, al utilizar la trama de color como estructura misma de la obra. Hoy continúa siendo un oficiante cromático líder en su oficio.
Esta muestra, que alcanza altos niveles en su producción, está concebida como una instalación inmensa que nos envuelve en una experiencia cromática donde flores y volúmenes abarcan el espacio total. La percepción del espectador cambia con respecto al equilibrio en el lugar que se desplaza entre vertiginosos trayectos y carencias de puntos de apoyo. Allí, sumergidos, experimentamos nuevas maneras de leernos en el espacio como una zambullida extrema de colores. Esferas, cuadrados y flores combinan sus tejidos, bajan desde el techo y se multiplican frente a un espejo al fondo de la sala, que nos hace sentir un vértigo doble de color. El color se impone desde adentro, con una fuerza y corporalidad únicas. El artista va directo a lo cromático como un proceso, no físico, sino textural.
Reymond Romero podría ser un activador de nuevas sensaciones, cuyas obras permiten entender que el arte contemporáneo no es solo una experiencia visual, también es fenomenológica, emocional, prístina, ancestral, acumulativa como las franjas de los hilos, brillante como la luz, que vive capa sobre capa, vital como la piel del color que nos abraza al infinito. Un universo donde los colores brincan y se transforman en cada mirada.
María Luz Cárdenas
Curadora
